El abandono de los cultivos durante el siglo XX ha determinado el paisaje actual, en el que las zonas agrícolas ocupan solamente el 6,44 % del territorio del parque. Los dos sectores donde se concentra esta actividad son: la vertiente del Llobregat y la vertiente del Vallès.
Vertiente del Llobregat
Aquí se sitúa actualmente la mayor superficie agrícola que hay dentro de los límites del parque, con pequeñas parcelas que se distribuyen por los numerosos valles de esta zona y que se alternan con formaciones vegetales herbáceas, arbustivas e, incluso, forestales. También encontramos algunos rebaños de ovejas y cabras, que pacen en zonas actualmente delimitadas y controladas por los servicios técnicos del parque.
Es uno de los pocos lugares del parque donde hay árboles frutales, como el cerezo (Prunus avium), el melocotonero (Prunus persica), el almendro (Prunus dulcis), el olivo (Olea europaea var. europaea), la higuera (Ficus carica) o el algarrobo (Ceratonia siliqua). Así mismo, también podemos observar fácilmente plantas herbáceas, las primeras que colonizan los campos abandonados, como la calcida blanca (Galactites tomentosa), el cerrillo (Hyparhenia hirta), la amapola (Papaver rhoeas), la correhuela (Convolvulus arvensis), el aliso marítimo (Alyssum maritimum), la lengua de buey (Echium vulgare), la borraja (Borago officinalis) o la bolsa de pastor (Capsella bursa-pastoris).
La heterogeneidad paisajística de este mosaico es de gran interés desde un punto de vista faunístico. La gran diversidad ambiental da cabida a especies con requerimientos muy diferentes.
Una de las imágenes más familiares en el espacio aéreo de este sector es la del cernícalo (Falco tinnunculus). Últimamente, se ha añadido una invitada de lujo, el águila culebrera (Circaetus gallicus), presente cada verano en estos valles en busca de las serpientes de la que se alimenta.
Otra ave rapaz bastante frecuente y visible es el mochuelo común (Athene noctua), que a menudo podemos observar, incluso de día. Tórtolas (Streptopelia turtur), cucos (Cuculus canorus), abubillas (Upupa epops), currucas cabecinegras (Sylvia melanocephala), ruiseñores (Luscinia megarhynchos), tarabillas comunes (Saxicola torquata) y zarceros (Hippolais polyglotta) son especies muy frecuentes en todo el sector. Destaca la presencia muy localizada de la curruca mirlona (Sylvia hortensis), pájaro muy vinculado a los ambientes mediterráneos; unas pocas parejas todavía anidan entre pinos, olivos y algarrobos.
En los taludes que hay entre los cultivos, podemos observar los agujeros de los nidos de los abejarucos (Merops apiaster). Sus colonias dispersas son de gran valor en el contexto del parque.
Los lagartos (Lacerta lepida), antes muy familiares en este ambiente, se han convertido en una especie muy rara en la sierra. En los muros de piedra de separación de los campos y en las antiguas barracas, son muy frecuentes las salamanquesas (Tarentola mauritanica), ya que aprovechan las rendijas y los agujeros para esconderse durante el día.
Las balsas de riego de las zonas de huerta son los principales puntos de reproducción de anfibios como el sapo común (Bufo bufo). En los puntos de agua más irregulares, encontramos el sapo corredor (Bufo calamita), especie muy adaptable que soporta condiciones extremas.
Los conejos (Oryctolagus cuniculus), bastante abundantes, e incluso alguna perdiz (Alectoris rufa) procedente de repoblaciones, suponen la base trófica de diferentes depredadores, como el zorro (Vulpes vulpes).
En el valle de Sant Just es donde encontramos la máxima densidad de tejones (Meles meles), una de las especies más muy estudiadas de la sierra.
Vertiente del Vallès
La influencia de la actividad humana ha dejado una fuerte huella en este sector. Actualmente, todavía encontramos campos de cultivo, mayoritariamente de secano, tanto en los claros de vegetación que rodean las masías del interior forestal de la sierra, como la zona periférica que hay en la llanura vallesana.
Todo este sector se caracteriza por la alternancia entre bosques, rieras y campos de cultivos. Este mosaico de ambientes es muy interesante desde el punto de vista faunístico. La estacionalidad de los cultivos se refleja en las notorias variaciones que hay en la fauna, tanto en cuanto a la composición de las especies como lo que tiene que ver con las densidades.
En la primavera, en los cultivos predominan los verdecillos (Serinus serinus), los jilgueros (Carduelis carduelis) o los ruiseñores (Luscinia megarhynchos), estos últimos en los márgenes y en las rieras. En cambio, en invierno, los cultivos acogen un gran número de pájaros procedentes de otras latitudes más nórdicas, como es el caso de los inmensos grupos de pinzones (Fringilla coelebs).
Entre los reptiles, hay que mencionar la serpiente verde (Malpolon monspessulanus) y la serpiente blanca (Elaphe scalaris), la lagartija (Podarcis hispanica) y el lagarto (Lacerta lepida). Uno de los mamíferos característicos de los cultivos es el topillo (Microtus duodecimcostatus). También viven el ratón de campo (Mus spretus), el erizo (Erinaceus europaeus) y el conejo (Oryctolagus cuniculus).
En la periferia del parque, donde los cultivos todavía tienen una extensión remarcable, se pueden observar especies propias de espacios abiertos, no presentes en el interior de la sierra. Este es el caso de los pájaros de la familia de los aláudidos, como por ejemplo la cogujada (Galerida cristata).
Tampoco faltan las rapaces nocturnas, como el mochuelo (Athene noctua), el autillo (Otus scops) y alguna lechuza (Tyto alba), desgraciadamente ya prácticamente extinguida en Collserola.
Otros aves rapaces también aprovechan este recurso, como el azor (Accipiter gentilis), el gavilán (Accipiter nisus) o el cernícalo (Falco tinnunculus), fácilmente observable durante todo el año.
La progresiva desaparición de los cultivos ha ido asociada a la reducción de las poblaciones de algunas especies, como la lechuza, que hasta no hace mucho se encontraba en este sector y que hoy, es una rareza en el Parque.